Sobre una palabra maldita de nuestro diccionario cargan todos los males
de España. "Crisis", seis letras que soportan el estado de absoluta
decadencia y desilusión que vive nuestra patria. Pero realmente, ¿qué es
la "crisis"? ¿Es una simple situación económica? La respuesta esta
clara, no. Que las neveras se vacíen, que los puestos de
trabajo desaparezcan y que las desigualdades sociales aumenten, solo es
la punta del iceberg de una cuestión de raíz. Los problemas no aparecen
por si solos ni de la noche a la mañana, años de gestiones nefastas,
proyectos absurdos y rapiñas constantes por parte de un Sistema podrido,
son los responsables locales de la "crisis".
Y si, Sistema con mayúsculas. Con esta denominación se pretende
aglutinar todo lo que algunos nombran con otra palabra de moda que no es
preciso citar. Hay que partir de una base, la independencia nacional es
solo figurativa. El valor de nuestros productos se rige por el Mercado
Común y por la globalización imperante, nuestras finanzas fluctúan al
son que marcan los intereses extranjeros, nuestros valores tradicionales
han sido reemplazados por campañas de publicidad e intereses ocultos, nuestro propio
Ejército se encuentra subordinado a estructuras de mando
internacionales...y así podríamos rellenar este texto y muchos más con
ejemplos de la dependencia total del exterior.
Esas fuerzas, tan lejanas en cuanto a la distancia como cercanas en
cuanto a su dominio, son las mas interesadas en mantener el Sistema
corrupto, traidor y manipulado que soportamos. Los medios de
comunicación son la imagen y la influencia de los lobbies que realmente
ocupan el poder en este país. Los altos representantes políticos son
simples marionetas domesticadas que realizan todo tipo de esfuerzos para
complacer a sus amos, olvidando el principio básico mediante el cual
ocupan su puesto, que no es otro que el de servir a España y a sus
ciudadanos. A tantos a los que se les llena la boca al hablar de
dictaduras pasadas, convendría hacerles un examen de conciencia y
descubrir para quien trabajan realmente.
La última, la cuestión catalana. Tras años de arrebatar competencias una
tras otra al Estado con la connivencia de este, de manipular la
información y la educación, de condicionar los Presupuestos Generales
del Estado a su antojo, parece ser que algunos se deciden por la ruptura
total. Hasta ese punto, el del interés de unos cuantos por seguir
llenándose los bolsillos, la situación es comprensible. Pero que una
parte de las clases trabajadoras se presten al juego y aplaudan, y lo
que es mas bochornoso, que el Gobierno central no sea capaz de tomar una
determinación y de actuar con firmeza, roza lo esperpéntico. ¿A quién
se le respeta fuera de casa cuando no es capaz de poner orden en la suya
propia?
Muchas personas, dejándose engañar de manera mas o menos consciente,
repiten las consignas de los mismos individuos que se muestran incapaces
de encontrar otra salida a sus problemas, que la del camino de la
secesión. No contentos con echarle un pulso al Estado, adoctrinan a sus
fieles con alardes de imaginación tales como el de inventarse historias
de una supuesta Patria catalana que jamás ha existido. La "crisis" que
padecemos actualmente es el origen del rebrote independentista, tal y
como lo fue la pérdida de las colonias americanas en 1898, cuando la
burguesía catalana, rabiosa al quedarse sin ese jugoso mercado, alentó
un furor nacionalista que arrastramos desde entonces, siempre y cuando
les afecte a a su patrimonio. En definitiva, puro negocio.
Por todo ello, los españoles que todavía tienen la esperanza de poder
serlo y el sentimiento de querer serlo, deben reaccionar. Su opinión y
su presencia tiene que hacerse notar antes de que sea demasiado tarde.
Bajo la bandera rojigualda que nos hermana a todos, sin los rencores
propios de los distintos signos políticos, esta es la primera batalla
que se nos presenta en la Reconquista del Estado. Para cambiar la
situación, primero hay que empezar por nosotros mismos. Español, sal a
la calle y deja atrás tus complejos, tu patria te necesita mas que
nunca.
A.Serrano